Querida Reina:
Hoy te visto ahí, asomada al balcón de tu
inalcanzable palacio, observándonos, posando en todos nosotros tu hermosa
mirada. Estabas resplandeciente, en pleno fulgor de tu vejez eternamente joven.
Asomada, curiosa, a ver que hacen los mortales.
Te
hemos visto, Luna, te he visto. Y nos has mirado y te he mirado, Luna, te hemos
mirado. Estoy celoso. Seguro que te han mirado muchos más: Enamorados,
solitarios, astrólogos metomentodo, científicos, románticos, niños con miedo,
lobos y poetas ¿Por qué te asomas de esa manera a la terraza, Ojo preciosísimo
de la Noche? ¿Tan curiosa eres? ¿Tan vanidosa?
Pero da igual Reina, no puede nadie enfadarse
contigo, demasiado bonita, ni echarte la bronca, demasiado alta. Ya nos has
llenado a los escritores la mente de locas ilusiones y el alma de magia
plateada. Nos has sonreído desde arriba, Luna, y te hemos llorado desde abajo,
te hemos confiado nuestros sentimientos, esperanzas y deseos, guárdalos,
querida, en tus enigmáticos mares.
Diles a tus Damas, las estrellas,
que nos vigilen si no te vemos, que guarden las vidas de los poetas, pobres
astros desterrados a la tierra, que iluminen nuestro camino a través de las
eras.
Nosotros, Luna, nos comprometemos
a guardar tu alma en la tierra, guarda tú, Reina, nuestras almas en el cielo.
Tuyo, con mucho cariño
Príncipe de la Tinta
P.D. Te he visto guiñarme un ojo
desde detrás de aquella nube, creo que ya sabes.